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Dirigida por: Mark Mylod. Protagonizada por: Ralph Fiennes, Ana Taylor-Joy. Género: Thriller. Comedia. Clasificación: R — 4 de 5 Estrellas. Ya en Cines.
“Una joven pareja viaja hacia una isla remota para vivir la experiencia de cenar en un restaurante exclusivo, sin saber de las sorpresas que les esperan”.
Un guión fresco y que propone, unas actuaciones de primer mundo, y una trama que se separa de lo habitual, dan como resultado un manjar para el paladar visual.
Con decirle, querido lector, que no me quise despegar de mi asiento durante toda la función, ni siquiera para cumplir con las más básicas necesidades del ser humano. Y es que esta cinta es un agasajo en todos los sentidos.
De entrada, la premisa es fascinante, de esas que, por más que uno le busque en el historial del séptimo arte, no encuentra algo parecido. Y el guión, que cuenta con estructura de fórmula, está cocinado meticulosamente como si fuera un Rib-Eye al punto. Es magnífico. Con un suspenso de primera, que te mantiene con el ojo pelón, esperando y calculando para donde viene el giro. Pero no, le garantizo que la probabilidad de que usted lo adivine es diminuta.
La producción es fantástica, con todo y que la mayoría de lo que sucede se lleva a cabo dentro de un restaurante. Pero aquí cuidan todos los detalles de manera minuciosa, y logran contagiarnos de su atmósfera y que vivamos la experiencia.
En cuanto a los personajes, me gustó que pareciera un cast de ensamble, aunque realmente no lo es. Pero está manejado de tal forma que vivimos cada historia por separado, y logra de cada uno extraer su estereotipo que, al final, nos mordemos las uñas de ansiedad esperando su desenlace.
Ana Taylor-Joy está fenomenal, sin duda. Pero el maestro que se lleva las palmas es Ralph Fiennes. Sus gestos, sus articulaciones, su tono, todo está calibrado de manera perfecta. Ayuda mucho, claro está, que su motivación es poderosa.
Al final, esta cinta es un buen ejemplo de que se pueden hacer cosas de alto nivel sin necesidad de presupuestos de millones y millones. Simplemente hace falta recurrir al ingenio.